Paquistán. 20 de Julio del 2003

Cuando aún no habían pasado seis meses de lograr la Cumbre del Cho-Oyu(8.201m), viajamos a la cordillera del Karakorum (Paquistán) en busca 8.000. En esta montaña tuvimos que hacer un segundo intento, pero finalmente, a pesar del mal tiempo reinante, pude estar casi una hora divisando una de las montañas más bellas del Planeta: el K2. Acompañe a un grupo de amigos entrañables, de los que aun hoy guardo un grato recuerdo. 

 


Bueno. Ha llegado el momento de comenzar a escribir el epilogo de esta historia de montañas, nieve, hielo, cansancio, paciencia y perseverancia.

Es la historia de un grupo de amigos canarios y un asturiano que persiguieron durante dos largos meses de su vida alcanzar la cima de una montaña de más de 8.000 metros, de nombre casi impronunciable pero de bella traducciín, Gasherbrum significa en lengua baltí, la montaña de la luz.

Los hechos

A la cima de esa montaña de la luz llegaron el día 20 de julio Diego Amador y Chus Cubillas, en el último intento posible antes de que los porteadores llegados de las tierras bajas del Baltoro llegaran al Campo Base. La noche del ataque final la pasaron en el último campo de altura, el cuatro (7.400 mts.), en compañía de Pedro Millán y Xavi, un simpático catalán de la Expedición de Tarragona, que se unií en el Campo 1 al grupo canario.

El desarrollo

Uno de los aspectos notables de la cima es que fue un intento casi sin tiempo material, pues tanto Diego como Xavi no habían tenido tiempo material para recuperarse de su primer intento a cumbre, ya que tan sólo descansaron 24 horas y en el Campo 1. (6.000 m.) y que ni Chus ni Pedro habían llegado a superar los 6.500 metros del Campo 2. Sin embargo, una de las claves para alcanzar la cima en este tipo de montañas es la motivación y no perder la ilusión por mucho que pasen las semanas nevando, granizando y venteando. De hecho, en esta última recta final nuestra Expedición tenía a 5 de sus 6 integrantes en la montaña y el sexto se recuperaba de montar el Campo 3.


Esta última tentativa de cumbre comienza a gestarse en el Campo 1, cuando Antonio López y Diego Amador descienden el día 16 desde el Campo 4, tras el intento fallido que había comenzado el día 11. A pesar de la motivación y los escasos 200 m. que separaron a Diego Amador de la cima, el viento se empeñó en malograrlo.


Durante la tarde del 16 las conversaciones que se daban por las emisoras eran de ánimo hacia los que descendían, pero en el corazón de los expedicionarios sólo había desaliento, pues a menos de una semana del regreso, los sueños de cumbre se desvanecían por culpa de un viento que apenas nos dejaba dormir. Tal era el desconcierto que Diego Amador desciende con el objetivo de dormir esa misma noche en el Campo Base, mientras que Antonio López le aconseja que lo hagan en el Campo 1, ya que "a última hora de la tarde el glaciar está demasiado fracturado".

Ambos se reúnen con Luís Adern, que lleva varios días en el Campo 1 cumpliendo funciones de apoyo a la cordada de altura. La cena se convierte en una especie de terapia de grupo: "pues 200 m. es casi como hacer cumbre", "hicimos lo que estaba de nuestra parte", "el tiempo no nos ha dejado",.
A la mañana siguiente recogieron su equipo, convencidos de que sería la despedida del Campo 1 y, por extensión, la despedida definitiva del Gasherbrum II. Cuando todo estuvo en las mochilas fueron a despedirse de los miembros de la Expedición catalana, acampados a pocos metros. En sus caras se podía leer el mismo mensaje: "la decepción de quién ha visto la cumbre de muy cerca y renuncia a ella". Tras una pequeña conversación llamaron al Campo Base para comunicar que comenzaban el descenso hacia abajo, algo que retrasaron como si quisieran negar lo que ya era evidente.


Para sorpresa de todos, desde el Campo Base llega una información que cambiaría el desarrollo de la Expedición Canarias 8.000; una Expedición húngara vecina comunica que para el día 19 y 20 habría una ventana de buen tiempo. Lógicamente, esta noticia supuso un revulsivo en el Campo 1 surgiendo una nueva posibilidad de cumbre. aún así, hasta bien entrada la mañana no se decidió qué hacer.
Luís Adern mostraba su apoyo a un nuevo intento, mientras que Antonio López,, agotado aun por el descenso del día anterior, decidía descender al Campo Base y dar por finalizado su trabajo tras consolidar todos los campos de altura e intentar la cumbre.


Por su parte, Diego Amador se debatía entre las dos opciones, pues aunque agotado por el intento de los días anteriores confiaba en poder recuperarse en 24 horas, pero, por otra parte, su fiel compañero de cordada decidía darse la vuelta. Decide hablar con los miembros de la Expedición catalana y afortunadamente encuentra el apoyo de Xavi y deciden hacer cordada juntos para salir al día siguiente.
La despedida entre Antonio López y Diego Amador no es fácil, llevan un mes escalando juntos y a los dos les encantaría compartir la cumbre. Pero los miembros de una cordada no deben confundir sus objetivos de equipo con sus deseos personales y, en este caso la elección de Antonio, aunque tremendamente difícil de tomar y asumir, fue la más acertada.


Mientras tanto, sin saberlo en el Campo 1, en el Campo Base también se gestaba una estrategia de ascenso, la cordada de Pedro Millán y Chus Cubillas deciden hacer su intento. Cuando Diego Amador comunica con el Campo Base para informar de sus planes, Pedro Millán le pone al corriente de su decisión. Acuerdan reunirse a la mañana siguiente en el Campo 1 para continuar los cuatro juntos hacia el Campo 2, donde dormirían la noche del día 18.


El día 19 Pedro Millán, Chus Cubillas, Xavi y Diego Amador ascienden desde el Campo 2 hasta el Campo 4 (7.400m.), a donde llegan sobre las 16:00. Durante toda la jornada el tiempo había sido estupendo; sólo una leve brisa soplaba en los sectores más expuestos al viento. Pero realmente, lo que les preocupaba era lo que acontecía por encima de 7.400 m., ya que una Expedición italiana intentaba cumbre esa misma mañana.
Poco antes de llegar al Campo 4 se cruzan con los italianos, tres de los cuales cumplieron con su sueño. Las noticias eran esperanzadoras: "mucho frío y poco viento". A pesar de esta información, poco más tarde los cuatro se mostraban escépticos, pues sobre las seis de la tarde, ya en el interior de la tienda del Campo 4, el viento movía agitadamente la delgada tela.


Las seis horas restantes hasta adentrarse en la oscuridad de la noche las invirtieron en hidratarse y comer lo poco que acepta el estómago a esta altura. Dormir es prácticamente imposible debido a la falta de oxígeno y a los nervios propios de esta "noche de reyes".


A eso de las 12:30 AM, pasada la medianoche, los cuatro montañeros, comprimidos en la tienda, se incorporaron en medio de una gélida atmósfera y comprobaron - con esperanza- que el viento había amainado a medida que la noche había ido cayendo. No pueden imaginarse el tiempo que tarda uno en vestirse, irse poniendo capa tras capa de ropa, salir del saco caliente (lo más difícil) e intentar comer o beber algo. El primer inconveniente de la madrugada es que a Pedro le da por vomitar nada más empezar a desayunar en la misma puerta de la tienda, ante el silencio y la mirada preocupada de sus compañeros. En estas alturas no es una buena señal como pueden imaginarse pero como consigue beber algo de suero oral justo a continuación todo sigue como estaba planeado, que no es demasiado complicado, salir y "tirar pa arriba". La noche es fría pero van envueltos en monos y manoplas de pluma, pasamontañas y demás prendas de abrigo.


Lo más difícil de estas noches -dicen- es el principio, las primeras horas, el cuerpo frío, la inseguridad que representa caminar en la oscuridad sólo con la luz del frontal, la pendiente helada e inestable que hay que superar a velocidad de tortuga, la desesperante escasez de oxigeno y la sensación personal de agotamiento individual que se va apoderando poco a poco de tu cuerpo.


En seguida, se nota quienes se adaptan mejor a las condiciones adversas, Diego se destaca en cabeza del grupo, mientras los otros tres consiguen seguirlo a duras penas. Tienen que atravesar durante tres horas un penoso flanqueo ascendente que discurre por la base de la pirámide somital del G-2. El suelo está helado lo que permite ir más deprisa pero también lo hace más peligroso en caso de sufrir un resbalón. Después de tres horas de lenta ascensión progresiva, el flanqueo termina en un collado desde el que se enlaza con la pala final, 200 metros aproximadamente por encima. Pedro no va bien, tiende a quedarse atrás, llega el último al collado, y allí vuelve a vomitar, dándose cuenta de que allí debe darse la vuelta si quiere regresar con seguridad al campamento. Y sólo quedan tres para alcanzar la cumbre.


Al llegar al collado, Diego Amador advierte que le separan 300m. de sus compañeros y que Pedro Millán se había parado. Decide esperarles para continuar juntos.


Finalmente Chus, Xavi y Diego se reúnen en el collado y confirman que Pedro se ha dado la vuelta. Deciden seguir, sólo restan 200 m. de altitud, lo que pueden suponer dos horas de ascensión. El camino que resta es nuevo para todos y lo más seguro es no separarse excesivamente. Son las 6:00 de la mañana y han resistido a las horas más frías. Los primeros rayos del sol son un motivo más de ilusión para seguir.
Antes de afrontar la pala que lleva hacia la cumbre el terreno se muestra sinuoso e irregular viéndose obligados a bordear algunos seracs. Ponen el máximo empeño en clavar sus crampones y piolet, pues un traspié les devolvería al Campo 4 en breves instantes.


Tras rebasarlos, comienzan la ascensión por una rampa de 60ºque se antoja comprometida, pues además de que se trata de la cara de la montaña expuesta al sol y por tanto la nieve era blanda y la progresión lenta, para darle más emoción al momento no estaba equipada con cuerda, lo que suponía un peligro si se tuviera que huir por un repentino cambio de tiempo. aún así, con el objetivo al alcance de la mano deciden continuar y, por tanto, aplicarse a fondo.


Sobre las 6:30 de la mañana ya podían ver la cima de alguna de las montañas que durante más de dos meses les cobijaron en el Campo Base y, cómo no, comenzaron a soñar con lograr la cima del Gashembrum II, ya que desde mitad de la pala, a falta de los últimos 150 m. de altitud vieron por primera vez la cumbre, al final de una arista de 70 m. de longitud.


En torno a las 7:30 los altímetros marcaron por fin los 8.000 m.; 35 m. de altitud les separaban de la cumbre, casi 3.000m. de sus compañeros del Campo Base, y 2.500m. de Luís, que permanecía en el Campo 1 con la emisora encendida. Todos pendientes de lo que acontecía en la pala final, todos empujando de alguna manera a los tres montañeros, todos soñando con el grito de ¬°CUMBRE!
La progresión cada vez era más lenta, la respiración más agitada, las paradas más frecuentes, pero la cima cada vez se adivinaba con mayor nitidez.
A las 8:00 de la mañana Diego Amador pisa la arista final, consciente de que le separan escasos 70 m. de la cumbre con la que lleva soñando mucho tiempo. A una veintena de metros se encuentran Chus y Xavi.
A pesar de que la meta está cerca se trata de uno de los tramos más delicados de la montaña, pues el lado chino de la arista tiene un "patio" de más de 2.000 m., así que lo recomendable es concentrarse para hacer equilibrismo durante un rato.


Los tres coinciden atravesando la arista y son testigos de cómo el resto pisa los escasos diez metros cuadrados de la cumbre: un espacio al que sólo han llegado un pequeño grupo de alpinistas, catalogados de pocos cuerdos por quienes no practican este deporte.
Finalmente, Diego Amador llega a cumbre a las 8:15 de la mañana, seguido de sus compañeros de cordada Chus Cubillas y Xavi.


Tras lágrimas y abrazos quedaba disfrutar del logro, recrearse con la maravillosa vista del Chogori (el mítico K2), del Chogolisa, del Baltoro, del Karakorum.


A la vista, enormes valles y montañas. Escenarios donde se han desarrollado épicas historias de alpinismo. Montañas con las que hemos soñado y que ahora estaban ante nuestros ojos.
Por fin en lo más alto de la cancha de juego en el que se desarrolla este deporte que amamos. Una hora para sentir algo que difícilmente se puede transmitir. Para disfrutar desde una butaca por la que luchamos con ilusión y dignidad durante dos meses. Una hora de placeres para los sentidos que compensan muchos días de dedicación. Una hora para toda la vida.

 

 

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