Sucre, a 20 de junio de 2008
El altiplano boliviano probablemente reúne los ingredientes perfectos para los amantes de la montaña, pero también del viaje en particular. En las faldas de los nevados la cultura inca y aymará se resiste a desaparecer, ofreciendo al montañero la posibilidad de hacer un verdadero viaje en el tiempo. Espero que este pequeño relato te transporte al borde del mismo Titicaca.
Juan Diego Amador y Alberto Peláez culminan su periplo andino exitosamente con la ascensión al Sajama (6.549m.). Con la coronación de la cumbre más alta de Bolivia, suman un total de cinco montañas, justo las que se habían planteado al salir de Canarias.
Desde que el pasado día 10 de junio ascendieran al Huayna Potosí (6.088m), no habíamos tenido noticias de los alpinistas Juan Diego Amador y Alberto Peláez. Era previsible que después de realizar varias ascensiones técnicas en rutas poco frecuentadas, se dirigieran a la montaña más emblemática del país. Y así ha sido, una vez ascendidas las montañas de la Cordillera Real, viajaron hacia la Cordillera Oriental, en busca del Sajama (6.549m.), máxima cota de Bolivia.
El día 12 de junio llegaron a la localidad de Sajama, en las faldas del segundo volcán más alto del mundo, después de los Ojos del Salado(Chile). Para su sorpresa, se les agotí la suerte que habían tenido con la meteorología y, nada más descender del jeep, les dio la bienvenida un viento atroz. La noche anterior había entrado un frente frío desde el Océano Pacífico que barriíó literalmente la Cordillera de los Andes y dejó impracticable el Sajama. Así que después de 12 días frenéticos en Bolivia, a Amador y a Peláez les tocaba hacer una parada.
El 13 de junio se vieron obligados a refugiarse del mal tiempo y aprovecharon para preparar el material necesario para la escalada al Sajama. El pueblo del mismo nombre se encuentra a 3.700 m, y la cumbre a 6.549m., por lo que dista una altitud de casi 3.000m. Lo normal sería ascender escalonadamente, instalando al menos dos campos de altura y dedicando al menos tres días a la ascensión, pero Amador y Peláez contaban con una buena aclimatación y, debido a la inestabilidad del tiempo, optaron por una estrategia más rápida.
Sabíamos que normalmente se invierten tres días en ascender al Sajama.. Un día para llegar al campo base, en torno a 4.500m, otro día para instar el campo alto, a 5.500m y un tercer día para ascender a la cumbre y retornar al pueblo.
El día 13 el tiempo había estado realmente malo y de haberlo intentado, a buen seguro nos hubiéramos retirado. Así que decidimos esperar a que disminuyera el viento en altura. El día 14 amaneció despejado, había parado de nevar y el viento había disminuido, pero aún así, el pronostico indicaba que llegaría un nuevo frente frío. Ante esta situación optamos por aprovechar la pequeña bonanza y plantarnos esa misma tarde en el campo alto para intentar la cumbre a la mañana siguiente.
Contábamos con la ventaja de llegar aclimatados desde las otras montañas que hemos coronado, lo que nos garantizaba una ascensión rápida. Pero por suerte o por desgracia, la aventura por definición tiene un gran componente de sorpresa, quizás por eso amamos este deporte.
El día de cumbre ascendimos con gran rapidez, lo que normalmente es una gran ventaja, pero en esta ocasión se volvió en contra nuestra. Salimos de la tienda del campo alto a las 3:00 de la madrugada. Una hora más tarde habíamos superado la parte más abrigada de la montaña y nos encontrábamos debajo de un espolín de rocas que da paso a la arista que conduce a la cumbre. A las 4:00 el termómetro marcaba -17ºC; nunca antes hubiéramos imaginado que en Bolivia podíamos pasar tanto frío.
Sobre las 4:30 nos incorporamos a los primeros bloques de roca, en un intento fallido de seguir hacia la cumbre, pues soplaba un viento de cara que invitaba a retirarse y a regresar al calor de la tienda. Ante la imposibilidad de seguir ascendiendo con tan malas condiciones, decidimos buscar refugio tras las rocas, al soco del viento y esperar a que amaneciese.
Las dos horas de espera fueron quizás las más cómicas de la ascensión, pues el frío se iba haciendo con nosotros poco a poco y necesitábamos generar calor. Así que acordamos que cada uno tarareara una canción y propusiera un baile. Por suerte, gracias al "concurso de baile improvisado a 6.000m" pudimos soportar hasta las 6:30 de la mañana, cuando los rayos el sol por fin nos bañaron.
Con algo más de calor corporal nos pusimos de nuevo en camino. Sorteamos un laberinto de rocas que conducen a la sección final de la montaña, donde empiezan las nieves perpetuas. Los últimos 600m del Sajama son un domo de nieve perfecto, que a modo de corneto de nata, se levanta imponente sobre la base mineral.
La primera sección de nieve discurre por un campo de penitentes que a la vez que dificultaba la progresión, la hacía muy singular. Al principio resultó incluso divertido ir sorteando los pináculos de hielo, pero al rato se convirtió en un trabajo tedioso. Por suerte, a medida que ganábamos altura, los penitentes disminuían de tamaño.
A las 10:00 de la mañana pisábamos el plató final que conduce a la cima. Estábamos en la cumbre de la quinta montaña, la más alta de Bolivia. Podíamos ver a lo lejos algunas de las cumbres que habíamos ascendido las semanas pasadas, pero nuestras miradas se quedaron atentas a dos montañas muy cercanas, las gemelas. El Parinacota y el Pomerate se levantan frente al Sajama, como guardianes que custodian al gran volcán Boliviano.
Los dos tenemos la sensación de que este viaje es el primero a Bolivia pero no el último. Nos ha sorprendido gratamente la majestuosidad de sus montañas y el gran potencial para realizar alpinismo, pero además la hospitalidad de sus habitantes.
Después de terminar con nuestros propósitos, toca recoger y hacer la mochila para volver a casa con la gran satisfacción de que hemos encontrado lo que veníamos buscando: compartir con un buen amigo un viaje de alpinismo en Latinoamérica. Dedicamos estas últimas letras desde la ciudad de Sucre a quienes desinteresadamente nos han apoyado una vez más: nuestros patrocinadores.
Así se despedían Juan Diego Amador y Alberto Peláez, quienes parece que ninguna montaña se les resiste y una vez más han cumplido exitosamente con su plan de Expedición. El regreso de los alpinistas está previsto para el próximo sábado día 21 de junio.